Este cuento lo envié al IV Certamen, Mujeres y educación, de la fundación Isonomía, celebrado en pro de las causas de la
mujer. Se cuenta entre los seleccionados y consta su publicación en el libro antológico resultante: Vientos para una pluma.
DE AQUELLOS POLVOS...
-Es que agobias mucho a la chica.
-Es verdad. No pasa un día sin que la diga veinte veces que
tiene que estudiar, que ella puede. No como yo. Me enseñaron a “llevar la casa
como dios manda”. Vamos, que sabiendo
barrer, cocinar y coser
y lavar los calzoncillos del otro
iba una lista. Pero con eso no se come; las cosas van en otra dirección. La pregunta
milmillonaria se pierde en el aire: ¿Y usted, qué sabe hacer? El otro día en la
entrevista, en cuanto me lo preguntó el de las gafas se lo dejé bien, pero bien clarito: “Mire usted, no señor,
sin educación no estoy. Estoy sin formación porque no me la han dado”; y, oyes,
Rosa, fíjate, mira que se quedó el tío arrugado, con unos ojos como platos. Hasta
se levantó del sillón y me pidió disculpas y todo, así que fíjate tú. Cuando
fui por si me cogían a lo de la centralita del hospital, te digo. Y todo, por
ser mujer, que de su “Antoñito” sí se ocuparon, “como es un chico irá a la universidad”.
Y ahora él en un bufete de abogados y yo no pude ser enfermera, a mis cincuenta
años sigo aquí, cajera en un centro comercial, coño. Y encima y para colmo y sin
que venga a cuento me lo espetan así de
alegres: “Qué bien vive tu hermano y qué
listo ha salido”.
-A mí me pasó igual, Marta. Yo quise ser profesora y no
había dinero en casa.
-Eso se rige por la mentalidad. Yo, tengo un hijo y una
hija, en el instituto están, pero te juro que jamás seguiré esos criterios educacionales
y formativos.
-Qué mañanita tienes; chao, el lunes te veo.
Mari Carmen Caballero
Álvarez
¡Hola! Me ha parecido un texto de lo más adecuado para el día de la mujer y la crítica que se hace en él es muy profunda. Todo lo que ha tenido que luchar siempre la mujer y tiene que luchar todavía... Y lo que más me ha llamado la atención y a la vez me ha indignado ha sido el final, cuando Marta dice que con sus hijos no seguirá esos criterios y su compañera no tiene otra cosa que responder "que mañanita tienes". Es como que le quita importancia a lo que le dice, como si simplemente estuviera Marta enfadada y se le va a pasar el lunes. Y eso es cierto, a veces las propias mujeres podemos llegar a perjudicarnos a nosotras mismas. En fin...
ResponderEliminarPor todo su contenido me ha parecido un texto genial y que hace reflexionar.
Un saludo :)
¡Hola! Qué bueno que apareciste. Me da alegría que te guste mi cuento y que además apoyes la causa de la mujer. A mí este certamen me estimula, provoca en mi interior especial interés a consecuencia, precisamente, de la defensa a ultranza que hace de los problemas y lacras que asolan al género.
ResponderEliminarDel final, lo que te puedo decir es que lo resolví algo edulcorado a priori –la historia terminaba en un hospital con la protagonista ejerciendo la enfermería-. Como más adaptado a los criterios de superación que suele transmitir el concurso. Pero lo pensé mejor: no todo el mundo logra escalar la cima de las inquietudes. En el camino mueren muchas ilusiones rotas. Y esa visión hay que exponerla también; denunciarla. Gracias por comentar. Un beso.
Mari Carmen C.