lunes, 2 de julio de 2018

MINATURA 157 —SPLATTERPUNK—.



Dejo un cuento mío publicado, hace algún tiempo, en Castellano e inglés en el dosier 157 de la revista digital Minatura, ejemplar dedicado al Splatterpunk.




UN FINAL INCONCEBIBLE

Radha no fue consciente del lastre hasta que sintió el horror de la verdad en la que se había convertido. A pesar de que a ojos de los demás habitantes de los cottages fue una privilegiada ya que vivió en una edificación de piedra con cobertizo ubicada en los Terruños de los Panochos, construida por su padre jornalero de la cantera con ayuda del primogénito Aditya, su fuerte atracción hacia las ciencias ocultas la guio ante Belcebú.
El muy depravado la robó el alma mientras copuló con él sin calibrar la tortura eterna que lastraría. Cuando Radha decidió exorcizar su perversión infernal se equivocó, ingresó en los Ciclónidas, la más execrable sanguinaria tribu donde el bueno no existía.

    Siguiendo los repulsivos pragmas del idolatrado dios de la tortura, Brihmade, saciaban   sus primitivos apetitos de carne cruda humana recién desmembrada viva y su sed de sangre succionada en caliente. Patrocinados por sacrificios de las desdichadas víctimas del campesinado atraídas bajo el señuelo de sanación de sarnas, lepras o tuberculosis si no aprehendidas al cruzar los valles, celebraban los Ciclónidas sus macabros festines. Rituales embrujados de luna presididos por el tótem de la diabólica deidad ante las hogueras, donde salvajes atrocidades como eviscerar en vivo eran el pan de cada día. Se maceraban hígados y corazones guarnecidos en verdinegras hierbas, últimos estertores ajenos que se ingerían presentados por el chamán en canopos, flagelo de almas. Entre truculentas apariciones al son embriagador de los tam-tams recordaba Radha tan solo un estado ambiguo de felicidad lejana. Su cuerpo fue expuesto a toda suerte de placeres sexuales aberrantes abocados al extrarradio de la razón. 

    Pero los avisados lugareños restringieron el paso por el desfiladero y ya no hubo sangre que beber ni cuerpo que descuartizar. El bestiario Ciclónida sin bocado que rumiar emigró a cazar otras víctimas. Abandonada a su suerte en los caminos la hija del jornalero acabó en la plantación de gigantescos transgénicos. Carnívoros destinados a la superproducción de energía sustitutiva del petróleo cuyas fauces la devoraron. Belcebú la esperaba complacido.



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Y este en inglés: