Recortes… El
Ingenioso Cuento Cervantino de las Caperuzas
Es Navidad; escribo y miro al Cielo con el sincero deseo de
presenciar el descenso de una varita mágica que borre de nuestras mentes la palabra
crisis. Para que no haya más recortes – que ya recuerdan, caramba, al cuento
cervantino de las caperuzas- , para
que los desahuciados vuelvan a su hogar y no lloren más al
despertar por la mañana forasteros en tierra extraña con el único consuelo de seguir
soñando. Y que los parados no hagan más colas ni los mayores sufran sus raquíticas
pensiones congeladas. Congelados van a quedar ellos y todos a este paso, si llenar la cesta
de la compra sigue incrementando los precios a un ritmo insostenible. Eso, por no hablar de
la necesidad, a veces, de
su ingreso en un centro cualquiera de la tercera edad, que
duplica
con creces la mísera cifra mensual con la que cuentan. Precaria situación de indigencia añadida al precario estado de
con creces la mísera cifra mensual con la que cuentan. Precaria situación de indigencia añadida al precario estado de
dependencia longeva. Si esto sigue así, mucho me temo que
acabaremos, todos, recortados y recortando. Las cortinas vamos a tener que
convertir en trajes que nos abriguen y con los recortes, tirando un poquito de aquí y
algo de allá, haremos gorros:
uno.. , aplicando pueden ser dos…, quizá al añadir del
retal… tres, de los bajos del dobladillo… cuatro. Lo dicho ¡madre mía!: el ingenioso
cuento cervantino de las caperuzas.
Anhelo que el
empinado camino, recorrido fatigosamente día a día, ese que al caer la noche obliga a formular y aseverar suspirando la
frase maldita: “La batalla está ganada”, se allane y tape baches. Pues yo digo que saldrá el
Sol. Escribo y miro al Cielo.
¡¡FELICES FIESTAS!!
(NO LAS RECORTÉIS)
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