ESTE ARTÍCULO LO REDACTÉ PARA LA REVISTA
DIGITAL MINATURA. FUE PUBLICADO EN EL Nº 137 –
FENÓMENOS PARANORMALES- . Y ME PARECE
OPORTUNO DEJARLO CAER EN EL BLOG AHORA QUE
LA CELEBRACIÓN
DE HALLOWEEN NOS PISA
LOS
TALONES.
DE LO NORMAL, LO ANORMAL Y LO PARANORMAL
Los fenómenos paranormales
son la plataforma elegida por el hombre para hacer creíble lo increíble. De
forma que, sus anhelos y carencias o secretos inconfesables encuentren ese
trampolín social, esa espita por la que deslizarse de manera más o menos “impune”;
quedando a salvo de etiquetas poco saludables que de otro modo mermarían su
autoestima llevándolo a la cárcel de la introversión y la cerrazón huraña del
solitario.
Quién sabe si no serán estos
la fórmula para dar rienda suelta a siniestros conflictos internos no
resueltos; el fierabrás en cuerpo y alma. ¿Huimos, quizá, de una realidad que
no nos vale y encontramos en tales procesos el camino de otra? Es evolutivo
entonces el alcance de los fenómenos paranormales que nos llevan a vivir y sentir
auténticas las situaciones irreales. Ello explicaría la terca actitud de los
acérrimos defensores de tales prácticas al
perpetuar la llama vestal de lo sobrenatural, sin esforzarse por eso en el empeño de desmontar cualquier absurdo
tinglado que avive su fuerza poderosa.
De lo sobrenatural, lo anormal y lo
paranormal se ha escrito y filmado lo habido y por haber, hasta agotar tintas.
Sacando unas veces de donde no hay y echando otras tantas para que haya. Que no
falte. Las motivaciones, ya se sabe, van desde lo económico a lo personal
pasando incluso, a veces, por un marcado afán de protagonismo y fama. Los
expedientes X, la ufología, zombis, vampiros, monstruos, apariciones sacras,
psicofonías, castillos embrujados... cualquier asunto hermanado con lo paranormal
es un negocio orondo y redondo que reporta sustanciosos beneficios al avispado
oportunista que se lo proponga. Trapichear con espíritus, platillos volantes,entes negativos o positivos, inventados, reinventados o reales porque han sido “vistos y
comprobados” y otras hierbas ha llenado y llenará muchos bolsillos.
Cuando algo, un fenómeno paranormal de
cualquier naturaleza se investiga, se cuestiona, se niega y se denuncia, casi
siempre surge el defensor de turno y lo para arguyendo que eso es verdad,
innegable, porque él o ella “lo ha visto con sus propios ojos”.
Así, viene ocurriendo –y es secular- que
extrañas apariciones y esas cosas proliferen hasta debajo de la tierra
regadas de codicia. Disparatados sucesos que, no por inexplicables se dejaban
–dejan- de explicar vía sofisma. Después
de ver cosas donde no las hay y escuchar
ruidos donde no suena nada se dice con énfasis que algo existe, que está con
nosotros y se manifiesta invisible escondido
en otra dimensión.
Pese a que las pruebas científicas confirmen
en ocasiones la falsedad del evento, hasta los más recelosos acaban tentados
algunas veces, a consecuencia del realismo imaginativo con que se visten y
calzan ciertos absurdos montajes y sus bien representados sucesos
paranormales de misterio, miedo y aberración. Y no lo digo en el mal sentido de
la palabra ni con intención de desprestigiar a nadie. Expongo, simplemente, mi
punto de vista. Ya que, abandonar los postulados de la ciencia en pro de las
pseudociencias, nos aleja por completo del rompeolas escéptico que pone freno a
la abundante charlatanería oportunista que impera. Habrá quien crea,
seguramente, apreciar en ello un trasfondo algo más radical y definido
afirmando que “eso no es escepticismo sino nihilismo”. Bien: suscribo lo
contrario.
Claro que también hay determinados episodios
en este complejo Universo, minuciosamente estudiados sin éxito de constatación espuria que rompen los esquemas. Incluso servidora,
escéptica confesa, reconoce, muy a su pesar, que ha llegado a sentir ante
ciertas vibraciones, la fuerte tentación de sucumbir a tal debilidad. Los
cimientos de aquello que doy en llamar firmes convicciones en base a una determinación
taxativa se tambalean de pronto.
En España, un claro ejemplo de ello son las
famosas caras de Bélmez: “El mayor misterio paranormal de todos los tiempos” se
llegó a considerar. Corría el año 1971 cuando María Gómez, mujer de origen
humilde vecina de este pueblecito se hizo famosa por dar a conocer los misteriosos
rostros que, poco a poco, iban apareciendo en el suelo embaldosado de su cocina. A los seis meses escasos de tales
acontecimientos un diario –Pueblo- desmontaba el tinglado. Lo razonaba
aportando al parecer pruebas analíticas según las cuales aquellos “rostros” fueron pintados con nitrato y
cloruro de plata. La estupenda rentabilidad y fama aportada a la localidad y sus
escasos habitantes por este “milagro” provocaron el rechazo más
rotundo a dicha explicación. Había, y tal vez
hay, muchos intereses económicos en juego: los investigadores del tema andaban
necesitados de mercancías con las que operar, por supuesto. También el
fotógrafo local se sumaría, muñidor, a la contrarréplica ya que cultivar tal
parafernalia le enriquecía, vendiendo fotos de las caras a la gran afluencia de
turistas que de pronto llenaron el lugar, ahora que se había hecho famoso. El
escenario era una España depauperada, vulnerable, fácil de engatusar. Beata y analfabeta
sin otras aspiraciones que la obtención del pan nuestro de cada día. El valor
práctico de la picaresca, bien aprendida – el libro de El Lazarillo de Tormes de autor anónimo escrito siglos antes
recogía escuela- andaba ya instalado hacía tiempo en cualquier rincón nacional.
Empeñados en sostener el asunto en pie afirmaron que ni doña María Gómez, aun
muerta ya en febrero del 2004 ni su marido, ambos faltos de instrucción y poco
imaginativos, tenían luces para urdir un fraude de esa magnitud: “Los pobres,
no dan tanto de sí”.
Otro curioso caso de apariciones, marianas
esta vez, fue el de Amparo Cuevas, muerta en el año 2012. Esta mujer de
procedencia humilde, sin estudios, nacida en 1931 natural de
la pedanía albaceteña de Pesebre, afirmaba desde 1980
que se le aparecía la
Virgen de los Dolores en un prado de El Escorial: Prado Alto.
Una asociación de afectados la denunció por presuntos delitos de estafas,
coacciones y detención ilegal entre otros. La opinión de los peregrinos era
determinante, ante un fenómeno espurio y
de “mala fe”.
Conocida es la antiquísima fascinación que los
sucesos de este calibre producen en el hombre, la enfermiza obsesión por
lo oculto, abrigada, al menos en sus albores iconográficos,
de alegorías y mitos religiosos. Siempre se ha dicho
y demostrado que los ritos comenzaron socorridos de curanderos y brujos
flanqueados por espectrales velas e incienso. Palmatorias y botafumeiros
incluidos. Pócimas, cataplasmas, emplastos, parches o sinapismos con “poderes milagrosos y sanaciones
instantáneas” no faltaban tampoco. La atracción fatal hacia lo esotérico apunta igualmente una conexión
hacia juegos como la Güija –espiritismo, contacto con el más allá-
creencias en la Wicca
–rito lunar, brujería-, la Nigromancia
–magia negra-, el Samsara –ciclo de
nacimiento, muerte y reencarnación-, o el Animísmo –dota de alma a los
objetos naturales-. Estos podrían ser variantes de ciertos fenómenos raros. O,
quizá, los mismos fenómenos raros son proyecciones de estas prácticas
milenarias incubadas a menudo en el seno de una secta y su complicada
simbología étnico-religiosa
-budista, celta…-.
Así fue como, ciertas inverosímiles creencias
crecieron y se multiplicaron como los panes y los peces encontrando, casi
siempre, un caldo de cultivo en las leyendas urbanas. Con sus formaciones y deformaciones de cualquier caso
circulando de boca en boca -donde se dijo que habían dicho que se oyó…-
sustentaron apariciones bien complementadas. La larga lista impresa en manuales
que recogen las prácticas experimentadas en el transcurso de siglos y siglos no
se libra incluso de animales fantásticos –el fauno, la hidra…-, esos seres
fabulosos inventados y reinventados para dar rienda suelta a las más arraigadas
pasiones, miedos y fantasías humanas.
Architrillado ha sido el tema
de los sucesos inexplicables y sus pormenores a cargo de la dedicación y el
empeño del inefable periodista y escritor español Iker Jiménez. Moviendo los
hilos entre la verdad y la mentira, el fraude o el error, la intriga y la
sugestión, el “yo no afirmo ni niego nada”,
auxiliado de un buen equipo de colaboradores técnicos especialistas ha
peinado los rincones más siniestros y misteriosos o terroríficos del Planeta. Dando
a conocer los fenómenos paranormales
más insospechados difundidos a tavés de sus libros,
programas de radio y televisión y artículos en revistas o
periódicos.
Uno de sus numerosos títulos La Noche del Miedo documenta con rigor del
escalofriante acontecimiento que se dio en la base militar de Talavera la Real –Badajoz- el 12 de
noviembre de 1976. Protagonistas, entre otros, los soldados José Manuel Trejo y
José Hidalgo. Patrullaban estos el perímetro en compañía del adiestrado perro cuando algo inmune a las balas, sin rostro, con
apariencia humana avanzaba en la oscuridad igual que un rayo hacia ellos. Personajes reales delante de un hecho que se desvaneció como el humo negándose a sí mismo. El suceso
traspasa los límites del conocimiento de cualquier profesional por mucho bagaje
que le avale. Pero ellos lo vieron todo. Junto a sus superiores, aquellos soldados esa noche habían presenciado algo ¡¡que, oficialmente, nunca
ocurrió!! Se especuló, claro, con una posible intervención extraterrestre o
alguna prueba secreta nuclear. León, el perro pastor alemán que había dado con
el paradero de El Lute –Eleuterio
Sánchez Rodríguez, quinquillero salmantino perseguido entonces por la justicia
española-, también se vio afectado. Y
la cúpula militar ordenando la ley del silencio. Miedo, secretismo, amenazas…El
asunto enlaza directamente con aquel otro que describía por aquel entonces la
visión en el lugar, previa a estos hechos,
de una mujer portadora de un bulto que sugería un bebé en los brazos. Se
decía que se dejaba ver siempre de noche y que parecía “etérea”. La apodaban La
Portuguesa. Su presencia se llegó a relacionar con los
trágicos hechos posteriores en la base militar al presentarse, también en
horario nocturno, “esa cosa”.
El mismo citado autor, el polifacético Iker Jiménez, en un programa radiofónico de la cadena ser
el año 2004, dio paso al protagonista en primera persona de otra experiencia
curiosa, Javier Martín Moraleda, decía haber pasado en agosto del 2003 por
delante del camping de los Alfaques a
las dos de la mañana. Así pudo observar en una orilla de la carretera a un peculiar
grupo de “aparecidos” –niños, adultos
y ancianos-. Los niños con cubos y palas, todos vestidos de playa, como
estatuas, indiferentes al entorno, como si no existiera nada a su alrededor. Cuando
el hombre, sobrecogido despertó a su mujer, dormida en el coche, esta le puso
al tanto de la catástrofe sufrida en “El
Camping de la Muerte”.
Hace unos años murió aquí mucha gente quemada, se vivió una auténtica tragedia,
le dijo.
Y sí, la tragedia del camping de los Alfaques
el 11 de julio de 1978 es el siniestro más grave sucedido en España en el transporte
de mercancías peligrosas. La explosión de un camión cisterna circulando por la
nacional 340 sobrecargado de propileno líquido convirtió a
este lugar del municipio
de Alcanar en la provincia de Tarragona en un
cementerio. Murieron 243 personas calcinadas, muchos eran extranjeros, el agua del mar alcanzó una temperatura de 2000
grados. Y, claro, la leyenda –si leyenda es-
está servida. Se dice, incluso, que se han escuchado allí cantidad de
psicofonías.
Por desgracia nuestra red nacional de
carreteras dispone de abundantes curvas peligrosas con graves accidentes
mortales en su historial.
Atravesando de noche algunas
de ellas dicen que se dejan ver desde hace ya décadas las muy famosas damas blancas, bajo el señuelo del autostop. Según los testimonios,
aparecen delante con total normalidad física, suben al coche, avisan del riesgo
de accidente llegando a decir alguna aquí
me maté yo,
y se volatilizan acto seguido sin parar siquiera el vehiculo
ni abrir la puerta. Su radio de acción es extenso: los
cuatro
puntos cardinales del territorio español son invadidos
manifestándose tan foráneas "presencias".
Muchas son las páginas periodísticas y
literarias o ensayísticas que
inspeccionan el contenido de tales
materias sin resolver. Y muchos los videos, documentales –más bien
docudramas- y adaptaciones o películas
que sobreexplotaron bien el filón. De este arsenal se entresacan cintas
maestras de la talla de la estadounidense de Stanley Kubrick, El Resplandor, de 1980. Se destaca como
obra maestra de terror psicológico –las que más me gustan-. Un hombre
experimenta significativos cambios de personalidad al instalarse con su familia
en un solitario hotel aislado por la nieve.
Los fantasmas de su interior se hacen amigos de los fantasmas
exteriores, o eso parece. Basada en la novela homónima del más que famoso
escritor de terror y suspense Stephen
King, con Jack Nicholson como actor principal. Ineludible.
Otra gran película inolvidable que marcó
pautas es El Exorcista (1973) del
director William Friedkin. Una adaptación de la novela de William Peter Blatty,
basada en un exorcismo real hecho en Washington
el año1949. Resultó ser una cinta norteamericana muy exitosa, mucho se habló y
se habla de ella con interés y aceptación. Trata el tema de un mal sobrenatural
de connotaciones reales. Regan Macneil –Linda Blair- , una niña de doce años,
sufre la posesión del demonio Pazuzu. La
ciencia médica no ofrece resultados y es sometida a un exorcismo llevado a cabo por un sacerdote estudioso de psiquiatría.
Sabedor de que el mal no es físico, sino espiritual, busca el apoyo de otro religioso del gremio. Un
clásico mundial en cine de terror, hay quien dice: irrepetible. Poltergeist,
fenómenos extraños, una de las películas más taquilleras de los años 80, fue y
sigue siendo muy renombrada. Hace referencia a la familia Freelings, que se
traslada a una casa en la que empiezan a suceder cosas raras a través de la
poderosa energía de la hija menor: Carol
Anne. La requetefamosa producción, escrita
por Steven Spielberg y Michael Grais y
dirigida por Tobe Hooper, tuvo, cómo no, sus dos adosadas secuelas. La Noche de los Muertos Vivientes,
es una película de terror zombi del año 1968 dirigida por George A. Romero. La
trama gira sobre un grupo de personas refugiadas en una granja cuando
misteriosamente los muertos recobran vida.
En un plano más tangible reconozco que hubo
un caso que cautivó de modo especial mi atención.
Una de las casas “embrujadas” más raras es sin duda la
mansión Winchester, en Norteamérica. Sarah, una atractiva joven de la
alta sociedad de Connecticut, contrajo matimonio con William Wirt Winchester,
heredero del fundador del rifle Winchester – Oliver Winchester-. Al
enviudar en 1881 y dado que ya había
perdido a su única hija, Annie en 1866,
-¿bien o mal?- asesorada por una
médium, proyecta la laberíntica construcción de este edificio victoriano. Un galimatías de
imposibles vericuetos ubicado en san José –California-. Y, se dice que lo hizo
sujeta a la maldición de los espíritus
de los caídos –nativos indios, casi todos- por las balas del citado ingenio, volvían para
vengarse. La ampliación de dicha fortaleza fue constante en vida de su
dueña. Iniciada en 1884 no terminó hasta
el 5 de septiembre de 1922 al morir esta. Se le cuentan cuatro pisos, unas cuatrocientas
sesenta y siete entradas, por el orden de cuarenta y siete chimeneas y… ¡¡solo dos espejos!! Se define como el lugar más
misterioso de todos los Estados Unidos.
Allí, si te pierdes, nadie aseguraría poder encontrarte; es un hecho:
algunas personas
desaparecidas al visitarla nunca aparecieron.
¿Excentricidad o
paranoia? ¿Miedo, tal vez? Nunca
sabremos si fantasmas, espíritus o lo que sean fueron y son reales o por el contrario mariposearon dentro de una acaudalada y
solitaria viuda. La conciencia tiene voz y voto.
También
existe un relevante caso mundial de montaje y
desmontaje de avistamiento ovni: el asunto de Roswell -Nuevo
México-. Después de mantener la comunidad
ufológica desde 1947 que una nave extraterrestre, autopsia alienígena incluida, se
había estrellado en el lugar, aparece mucho después el comunicado del gobierno
estadounidense: “Nada de naturaleza paranormal o extraterrestre ha ocurrido”.
Yo, que siempre he tratado de profundizar en
las posibles razones que arrastran a las
masas hacia creencias de índole inverosímil, me pregunto a veces: ¿miles o
millones de personas dispersadas por los cuatro puntos cardinales del Planeta
no se pueden equivocar? Pero, es que si nuestra mente nos engaña haciéndonos
percibir ilusiones ópticas y viendo cosas inexistentes mediante trucos de
magia: ¿por qué no puede hacerlo al cristalizar ciertas percepciones
extrasensoriales y paranormales? La psicología y parapsicología, el consciente
y el inconsciente, lo normal y lo anormal, lo humano y lo sobrehumano caminan en perfecta simbiosis; al hacer un
alto en el camino para beber, cada uno llena el vaso de la fontana del otro. Las
creencias, las no creencias o el escepticismo deciden el acabado. Para ser
ecuánimes hay que contemplar que no está
del todo claro si los mitos, fantasmas, visiones, espejismos y espíritus nacen
de la insatisfacción y el ansia y el deseo de más, de experimentar algo
parecido a más, o los susodichos mismos son
padres de ciertos duendecillos de esos que coexisten, moradores de
nuestra dúctil superstición, en esa dependencia oculta en nosotros. Refugio al
que se acude antes o después aunque sea incluso, con más miedo que vergüenza.
En el libro Historias de Fantasmas (1991)
expone Manuel Vázquez Montalbán tres narraciones de falsos espectros, de ánimas y aparecidos.
Al detective Carvalho corresponde diferenciar entre lo racional y lo sobrehumano. Silencio
del Más Allá, de origen estadounidense a
cargo de la productora inglesa Hammer Films, de buenos antecedentes en el género,
perfila la visión de cómo lo sobrenatural no existe. Y lo razona como “producto
de la mente humana”.
Echar una ojeada al
inconmensurable universo de los poltergeist, cultivado de Oriente a Occidente
es inasible. El encontronazo con un zombi, ser abducido, objetos que se mueven
solos del sitio, luces que se encienden y se apagan injustificadamente, casas
encantadas que andan solas…Adyuvantes las pareidolias. Así se denomina a la
visualización de formas inexistentes. De eso, precisamente, habla Jeff Hawkins en
su teoría de Memoria-Predicción. Son ese tipo de experiencias que la mente
asume, quizá, aliadas a la telepatía o la telequinesia, la levitación y el déjà
vu. En ellas, en mi modesta opinión, el cerebro no nos engaña como se da a
entender, sino que es engañado. O las dos cosas juntas. Pero son sólo
acontecimientos perceptivos que no
tienen por qué ser patológicos. Se pueden
llegar a localizar de forma aleatoria en algo tan simple como unas
manchas de humedad en paredes y techos,
cuyos contornos difuminados sugieren siluetas u objetos reales, extrayendo las
más hondas pasiones del alma humana. Un fenómeno paranormal puede ser también
ese fogonazo espontáneo que a veces se acerca y se acerca más. Y que desaparece
de nuestra vista en un instante dejándonos en trance.
Mirándolo
desde el punto de vista positivo, en fin, cualquier apreciación anormal puede
ser una cultura abierta. La física y la química del alto rendimiento a la libre
creatividad práctica e innovadora. ¿No será acaso que portamos, quizá, reminiscencias primitivas de
esas falsas creencias que guiarían a los artistas rupestres a inducir la caza, facilitando
su proceso por la vía de pinturas de animales salvajes en los abruptos muros de
las cuevas? Es otra posibilidad. En ello
puede radicar la incesante búsqueda de la superación. En sus muchos aspectos
tales procedimientos psíquicos –mientras no se demuestre que son físicos- manifestarían otras formas más libres de
expresión comunicativa diferente al lenguaje corporal, verbal o escrito o
diseñado e ilustrado, situándonos en la cresta del arte conceptual.
El problema llega cuando el recipiente se
desborda. Psicólogos y siquiatras defienden que alimentar en exceso mitos puede
atraer alucinaciones sensoriales. Y eso es algo que apoyan las investigaciones
científicas de mayor solvencia intelectual.
Reconociendo que el terror y lo paranormal
no se desligan, enfrentarse a un fenómeno así es mirar a los ojos al miedo y
saber que él o tú, uno de los dos ganará. Y entonces, surge el conflicto.
Quién sabe; quizá sea que habiendo noche
cerrada el eco entona distorsionados aullidos o forma duetos de fúnebre música sacra. Allí donde los elementos
terrenales laten, los espíritus se manifiestan.
Mari Carmen C.
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