viernes, 24 de octubre de 2014

PRÓXIMO HALLOWEEN...




ESTE ARTÍCULO LO REDACTÉ PARA LA REVISTA

DIGITAL MINATURA. FUE PUBLICADO EN EL Nº 137 –

FENÓMENOS PARANORMALES- . Y ME PARECE

OPORTUNO DEJARLO CAER EN EL BLOG AHORA QUE

LA CELEBRACIÓN DE HALLOWEEN NOS PISA LOS

TALONES.






DE LO NORMAL, LO ANORMAL Y LO PARANORMAL

Los fenómenos paranormales son la plataforma elegida por el hombre para hacer creíble lo increíble. De forma que, sus anhelos y carencias o secretos inconfesables encuentren ese trampolín social, esa espita por la que deslizarse de manera más o menos “impune”; quedando a salvo de etiquetas poco saludables que de otro modo mermarían su autoestima llevándolo a la cárcel de la introversión y la cerrazón huraña del solitario.
Quién sabe si no serán estos la fórmula para dar rienda suelta a siniestros conflictos internos no resueltos; el fierabrás en cuerpo y alma. ¿Huimos, quizá, de una realidad que no nos vale y encontramos en tales procesos el camino de otra? Es evolutivo entonces el alcance de los fenómenos paranormales que nos llevan a vivir y sentir auténticas las situaciones irreales. Ello explicaría la terca actitud de los acérrimos defensores de tales prácticas al  perpetuar la llama vestal de lo sobrenatural, sin esforzarse  por eso en el empeño de desmontar cualquier absurdo tinglado que avive su fuerza poderosa. 

     De lo sobrenatural, lo anormal y lo paranormal se ha escrito y filmado lo habido y por haber, hasta agotar tintas. Sacando unas veces de donde no hay y echando otras tantas para que haya. Que no falte. Las motivaciones, ya se sabe, van desde lo económico a lo personal pasando incluso, a veces, por un marcado afán de protagonismo y fama. Los expedientes X, la ufología, zombis, vampiros, monstruos, apariciones sacras, psicofonías, castillos embrujados... cualquier asunto hermanado con lo paranormal es un negocio orondo y redondo que reporta sustanciosos beneficios al avispado oportunista que se lo proponga. Trapichear con espíritus, platillos volantes,entes negativos o positivos, inventados, reinventados o reales porque han sido “vistos y comprobados” y otras hierbas ha llenado y llenará muchos bolsillos.

  Cuando algo, un fenómeno paranormal de cualquier naturaleza se investiga, se cuestiona, se niega y se denuncia, casi siempre surge el defensor de turno y lo para arguyendo que eso es verdad, innegable, porque él o ella “lo ha visto con sus propios ojos”. Así, viene ocurriendo –y es secular- que  extrañas apariciones y esas cosas proliferen hasta debajo de la tierra regadas de codicia. Disparatados sucesos que, no por inexplicables se dejaban –dejan- de explicar vía sofisma.  Después de  ver cosas donde no las hay y escuchar ruidos donde no suena nada se dice con énfasis que algo existe, que está con nosotros y se manifiesta invisible escondido  en otra dimensión.

  Pese a que las pruebas científicas confirmen en ocasiones la falsedad del evento, hasta los más recelosos acaban tentados algunas veces, a consecuencia del realismo imaginativo con que se visten y calzan ciertos absurdos montajes y sus bien representados sucesos paranormales de misterio, miedo y aberración. Y no lo digo en el mal sentido de la palabra ni con intención de desprestigiar a nadie. Expongo, simplemente, mi punto de vista. Ya que, abandonar los postulados de la ciencia en pro de las pseudociencias, nos aleja por completo del rompeolas escéptico que pone freno a la abundante charlatanería oportunista que impera. Habrá quien crea, seguramente, apreciar en ello un trasfondo algo más radical y definido afirmando que “eso no es escepticismo sino nihilismo”. Bien: suscribo lo contrario.

   Claro que también hay determinados episodios en este complejo Universo, minuciosamente estudiados sin éxito de constatación espuria  que rompen los esquemas. Incluso servidora, escéptica confesa, reconoce, muy a su pesar, que ha llegado a sentir ante ciertas vibraciones, la fuerte tentación de sucumbir a tal debilidad. Los cimientos de aquello que doy en llamar firmes convicciones en base a una determinación taxativa se tambalean de pronto.


  En España, un claro ejemplo de ello son las famosas caras de Bélmez: “El mayor misterio paranormal de todos los tiempos” se llegó a considerar. Corría el año 1971 cuando María Gómez, mujer de origen humilde vecina de este pueblecito se hizo famosa por dar a conocer los misteriosos rostros que, poco a poco, iban apareciendo en el suelo embaldosado  de su cocina. A los seis meses escasos de tales acontecimientos un diario –Pueblo- desmontaba el tinglado. Lo razonaba aportando al parecer pruebas analíticas según las cuales aquellos “rostros” fueron pintados con nitrato y cloruro de plata. La estupenda rentabilidad y fama aportada a la localidad y sus escasos  habitantes por este “milagro” provocaron el rechazo más rotundo a dicha explicación. Había, y tal vez hay, muchos intereses económicos en juego: los investigadores del tema andaban necesitados de mercancías con las que operar, por supuesto. También el fotógrafo local se sumaría, muñidor, a la contrarréplica ya que cultivar tal parafernalia le enriquecía, vendiendo fotos de las caras a la gran afluencia de turistas que de pronto llenaron el lugar, ahora que se había hecho famoso. El escenario era una España depauperada, vulnerable, fácil de engatusar. Beata y analfabeta sin otras aspiraciones que la obtención del pan nuestro de cada día. El valor práctico de la picaresca, bien aprendida – el libro de El Lazarillo de Tormes de autor anónimo escrito siglos antes recogía escuela- andaba ya instalado hacía tiempo en cualquier rincón nacional. Empeñados en sostener el asunto en pie afirmaron que ni doña María Gómez, aun muerta ya en febrero del 2004 ni su marido, ambos faltos de instrucción y poco imaginativos, tenían luces para urdir un fraude de esa magnitud: “Los pobres, no dan tanto de sí”.

    Otro curioso caso de apariciones, marianas esta vez, fue el de Amparo Cuevas, muerta en el año 2012. Esta mujer de 
procedencia humilde, sin estudios, nacida en 1931 natural de 
la pedanía albaceteña de Pesebre, afirmaba desde 1980
que se le aparecía  la Virgen de los Dolores en un prado de El Escorial: Prado Alto. Una asociación de afectados la denunció por presuntos delitos de estafas, coacciones y detención ilegal entre otros. La opinión de los peregrinos era determinante, ante  un fenómeno espurio y de “mala fe”.

  Conocida es la antiquísima fascinación que los sucesos de este calibre producen en el hombre, la enfermiza obsesión por 
lo oculto, abrigada, al menos en sus albores iconográficos,
de alegorías y mitos religiosos. Siempre se ha dicho y demostrado que los ritos comenzaron socorridos de curanderos y brujos flanqueados por espectrales velas e incienso. Palmatorias y botafumeiros incluidos. Pócimas, cataplasmas, emplastos, parches o sinapismos con “poderes milagrosos y sanaciones instantáneas” no faltaban tampoco. La atracción fatal hacia  lo esotérico apunta igualmente una conexión hacia juegos como la Güija –espiritismo, contacto con el más allá- creencias en la Wicca –rito lunar, brujería-,  la Nigromancia –magia  negra-, el Samsara –ciclo de nacimiento, muerte y reencarnación-, o el Animísmo –dota de alma a los objetos naturales-. Estos podrían ser variantes de ciertos fenómenos raros. O, quizá, los mismos fenómenos raros son proyecciones de estas prácticas milenarias incubadas a menudo en el seno de una secta y su complicada simbología étnico-religiosa -budista, celta…-.

  Así fue como, ciertas inverosímiles creencias crecieron y se multiplicaron como los panes y los peces encontrando, casi siempre, un caldo de cultivo en las leyendas urbanas. Con sus  formaciones y deformaciones de cualquier caso circulando de boca en boca -donde se dijo que habían dicho que se oyó…- sustentaron apariciones bien complementadas. La larga lista impresa en manuales que recogen las prácticas experimentadas en el transcurso de siglos y siglos no se libra incluso de animales fantásticos –el fauno, la hidra…-, esos seres fabulosos inventados y reinventados para dar rienda suelta a las más arraigadas pasiones, miedos y fantasías humanas.

Architrillado ha sido el tema de los sucesos inexplicables y sus pormenores a cargo de la dedicación y el empeño del inefable periodista y escritor español Iker Jiménez. Moviendo los hilos entre la verdad y la mentira, el fraude o el error, la intriga y la sugestión, el “yo no afirmo ni niego nada”,  auxiliado de un buen equipo de colaboradores técnicos especialistas ha peinado los rincones más siniestros y misteriosos o terroríficos del Planeta. Dando a conocer los fenómenos paranormales 
más insospechados difundidos a tavés de sus libros,
programas de radio y televisión y artículos en revistas o periódicos.

  Uno de sus numerosos títulos La Noche del Miedo documenta con rigor del escalofriante acontecimiento que se dio en la base militar de Talavera la Real –Badajoz- el 12 de noviembre de 1976. Protagonistas, entre otros, los soldados José Manuel Trejo y José Hidalgo. Patrullaban estos el perímetro en compañía del adiestrado perro cuando algo inmune a las balas, sin rostro, con apariencia humana avanzaba en la oscuridad igual que un rayo hacia ellos.  Personajes reales delante de un hecho que se desvaneció  como el humo negándose a sí mismo. El suceso traspasa los límites del conocimiento de cualquier profesional por mucho bagaje que le avale. Pero ellos lo vieron todo. Junto a sus superiores, aquellos  soldados esa noche habían presenciado algo ¡¡que, oficialmente, nunca ocurrió!! Se especuló, claro, con una posible intervención extraterrestre o alguna prueba secreta nuclear. León, el perro pastor alemán que había dado con el paradero de El Lute –Eleuterio Sánchez Rodríguez, quinquillero salmantino perseguido entonces por la justicia española-, también se vio afectado. Y la cúpula militar ordenando la ley del silencio. Miedo, secretismo, amenazas…El asunto enlaza directamente con aquel otro que describía por aquel entonces la visión en el lugar, previa a estos hechos,  de una mujer portadora de un bulto que sugería un bebé en los brazos. Se decía que se dejaba ver siempre de noche y que parecía “etérea”. La apodaban La Portuguesa. Su presencia se llegó a relacionar con los trágicos hechos posteriores en la base militar al presentarse, también en horario nocturno, “esa cosa”.

  El mismo citado autor, el  polifacético Iker Jiménez,  en un programa radiofónico de la cadena ser el año 2004, dio paso al protagonista en primera persona de otra experiencia curiosa, Javier Martín Moraleda, decía haber pasado en agosto del 2003 por delante del camping  de los Alfaques a las dos de la mañana. Así pudo observar en una orilla de la carretera a un peculiar grupo de “aparecidos” –niños, adultos y ancianos-. Los niños con cubos y palas, todos vestidos de playa, como estatuas, indiferentes al entorno, como si no existiera nada a su alrededor. Cuando el hombre, sobrecogido despertó a su mujer, dormida en el coche, esta le puso al tanto de la catástrofe sufrida en “El Camping de la Muerte”. Hace unos años murió aquí mucha gente quemada, se vivió una auténtica tragedia, le dijo.
  Y sí, la tragedia del camping de los Alfaques el 11 de julio de 1978 es el siniestro más grave sucedido en España en el transporte de mercancías peligrosas. La explosión de un camión cisterna circulando por la nacional 340 sobrecargado de propileno líquido convirtió a este lugar del municipio
 de Alcanar en la provincia de Tarragona en un cementerio. Murieron 243 personas calcinadas, muchos eran extranjeros, el  agua del mar alcanzó una temperatura de 2000 grados. Y, claro, la leyenda –si leyenda es-  está servida. Se dice, incluso, que se han escuchado allí cantidad de psicofonías.

    Por desgracia nuestra red nacional de carreteras dispone de abundantes curvas peligrosas con graves accidentes mortales en su historial.
Atravesando de noche algunas de ellas dicen que se dejan ver desde hace ya décadas las muy famosas damas blancas,  bajo el señuelo del autostop. Según los testimonios, aparecen delante con total normalidad física, suben al coche, avisan del riesgo de accidente llegando a decir alguna aquí me maté yo,  
y se volatilizan acto seguido sin parar siquiera el vehiculo
ni abrir la puerta. Su radio de acción es extenso: los cuatro 
puntos cardinales del territorio español son invadidos 
 manifestándose tan foráneas "presencias".

  Muchas son las páginas periodísticas y literarias o  ensayísticas que inspeccionan  el contenido de tales materias sin resolver. Y muchos los videos, documentales –más bien docudramas-  y adaptaciones o películas que sobreexplotaron bien el filón. De este arsenal se entresacan cintas maestras de la talla de la estadounidense de Stanley Kubrick, El Resplandor, de 1980. Se destaca como obra maestra de terror psicológico –las que más me gustan-. Un hombre experimenta significativos cambios de personalidad al instalarse con su familia en un solitario hotel aislado por la nieve.  Los fantasmas de su interior se hacen amigos de los fantasmas exteriores, o eso parece. Basada en la novela homónima del más que famoso escritor de terror y suspense Stephen
 King, con Jack Nicholson como actor principal. Ineludible.
  Otra gran película inolvidable que marcó pautas es El Exorcista (1973)  del director William Friedkin. Una adaptación de la novela de William Peter Blatty, basada en un exorcismo real  hecho en Washington el año1949. Resultó ser una cinta norteamericana muy exitosa, mucho se habló y se habla de ella con interés y aceptación. Trata el tema de un mal sobrenatural de connotaciones reales. Regan Macneil –Linda Blair- , una niña de doce años, sufre la posesión  del demonio Pazuzu. La ciencia médica no ofrece resultados y es sometida a un exorcismo  llevado a cabo por un sacerdote estudioso de psiquiatría. Sabedor de que el mal no es físico, sino espiritual, busca  el apoyo de otro religioso del gremio. Un clásico mundial en cine de terror, hay quien dice: irrepetible. Poltergeist, fenómenos extraños, una de las películas más taquilleras de los años 80, fue y sigue siendo muy renombrada. Hace referencia a la familia Freelings, que se traslada a una casa en la que empiezan a suceder cosas raras a través de la poderosa energía de la  hija menor: Carol Anne. La requetefamosa  producción, escrita por Steven Spielberg y Michael Grais y  dirigida por Tobe Hooper, tuvo, cómo no, sus dos adosadas secuelas. La Noche de los Muertos Vivientes, es una película de terror zombi del año 1968 dirigida por George A. Romero. La trama gira sobre un grupo de personas refugiadas en una granja cuando misteriosamente los muertos recobran vida.

    En un plano más tangible reconozco que hubo un caso que cautivó de modo especial mi atención. 
Una de las casas  “embrujadas” más raras es sin duda la
mansión Winchester, en Norteamérica. Sarah, una atractiva joven de la alta sociedad de Connecticut, contrajo matimonio con William Wirt Winchester, heredero del fundador del rifle Winchester – Oliver Winchester-. Al enviudar  en 1881 y dado que ya había perdido a su única hija, Annie en 1866,  -¿bien o mal?-  asesorada por una médium, proyecta la laberíntica construcción de este  edificio victoriano. Un galimatías de imposibles vericuetos ubicado en san José –California-. Y, se dice que lo hizo sujeta a la maldición  de los espíritus de los caídos –nativos indios, casi todos-  por las balas del citado ingenio, volvían para vengarse. La ampliación de dicha fortaleza fue constante en vida de su dueña.  Iniciada en 1884 no terminó hasta el 5 de septiembre de 1922 al morir esta. Se le cuentan cuatro pisos, unas cuatrocientas sesenta y siete entradas, por el orden de cuarenta y siete chimeneas y… ¡¡solo  dos espejos!! Se define como el lugar más misterioso  de todos los Estados Unidos. Allí, si te pierdes, nadie aseguraría poder encontrarte; es un hecho: algunas personas
 desaparecidas al visitarla nunca aparecieron.
¿Excentricidad o paranoia?  ¿Miedo, tal vez? Nunca sabremos si fantasmas, espíritus o lo que sean fueron y son reales o por el contrario  mariposearon dentro de una acaudalada y solitaria viuda. La conciencia tiene voz y voto. 

   También existe un relevante caso mundial de montaje y 
desmontaje de avistamiento ovni: el asunto de Roswell -Nuevo
México-. Después de mantener la comunidad ufológica desde 1947 que una nave extraterrestre, autopsia alienígena  incluida, se había estrellado en el lugar, aparece mucho después el comunicado del gobierno estadounidense: “Nada de naturaleza paranormal o extraterrestre ha ocurrido”.

  Yo, que siempre he tratado de profundizar en las posibles razones que  arrastran a las masas hacia creencias de índole inverosímil, me pregunto a veces: ¿miles o millones de personas dispersadas por los cuatro puntos cardinales del Planeta no se pueden equivocar? Pero, es que si nuestra mente nos engaña haciéndonos percibir ilusiones ópticas y viendo cosas inexistentes mediante trucos de magia: ¿por qué no puede hacerlo al cristalizar ciertas percepciones extrasensoriales y paranormales? La psicología y parapsicología, el consciente y el inconsciente, lo normal y lo anormal, lo humano y lo sobrehumano  caminan en perfecta simbiosis; al hacer un alto en el camino para beber, cada uno llena el vaso de la fontana del otro. Las creencias, las no creencias o el escepticismo deciden el acabado. Para ser ecuánimes hay que  contemplar que no está del todo claro si los mitos, fantasmas, visiones, espejismos y espíritus nacen de la insatisfacción y el ansia y el deseo de más, de experimentar algo parecido a más, o los susodichos mismos son  padres de ciertos duendecillos de esos que coexisten, moradores de nuestra dúctil superstición, en esa dependencia oculta en nosotros. Refugio al que se acude antes o después aunque sea incluso, con más miedo que vergüenza.
En el libro Historias de Fantasmas (1991) expone Manuel Vázquez Montalbán tres narraciones de falsos espectros, de ánimas y aparecidos. 
Al detective Carvalho corresponde diferenciar entre lo racional y lo sobrehumano. Silencio del Más Allá,  de origen estadounidense a cargo de la productora inglesa Hammer Films, de buenos antecedentes en el género, perfila la visión de cómo lo sobrenatural no existe. Y lo razona como “producto de la mente humana”.

Echar una ojeada al inconmensurable universo de los poltergeist, cultivado de Oriente a Occidente es inasible. El encontronazo con un zombi, ser abducido, objetos que se mueven solos del sitio, luces que se encienden y se apagan injustificadamente, casas encantadas que andan solas…Adyuvantes las pareidolias. Así se denomina a la visualización de formas inexistentes. De eso, precisamente, habla Jeff Hawkins en su teoría de Memoria-Predicción. Son ese tipo de experiencias que la mente asume, quizá, aliadas a la telepatía o la telequinesia, la levitación y el déjà vu. En ellas, en mi modesta opinión, el cerebro no nos engaña como se da a entender, sino que es engañado. O las dos cosas juntas. Pero son sólo acontecimientos  perceptivos que no tienen por qué ser patológicos. Se pueden  llegar a localizar de forma aleatoria en algo tan simple como unas manchas de  humedad en paredes y techos, cuyos contornos difuminados sugieren siluetas u objetos reales, extrayendo las más hondas pasiones del alma humana. Un fenómeno paranormal puede ser también ese fogonazo espontáneo que a veces se acerca y se acerca más. Y que desaparece de nuestra vista en un instante dejándonos en trance.
   Mirándolo desde el punto de vista positivo, en fin, cualquier apreciación anormal puede ser una cultura abierta. La física y la química del alto rendimiento a la libre creatividad práctica e innovadora. ¿No será acaso que  portamos, quizá, reminiscencias primitivas de esas falsas creencias que guiarían a los artistas rupestres a inducir la caza, facilitando su proceso por la vía de pinturas de animales salvajes en los abruptos muros de las cuevas?  Es otra posibilidad. En ello puede radicar la incesante búsqueda de la superación. En sus muchos aspectos tales procedimientos psíquicos –mientras no se demuestre que son físicos-  manifestarían otras formas más libres de expresión comunicativa diferente al lenguaje corporal, verbal o escrito o diseñado e ilustrado, situándonos en la cresta del arte conceptual.
 El problema llega cuando el recipiente se desborda. Psicólogos y siquiatras defienden que alimentar en exceso mitos puede atraer alucinaciones sensoriales. Y eso es algo que apoyan las investigaciones científicas de mayor solvencia intelectual.
     
    Reconociendo que el terror y lo paranormal no se desligan, enfrentarse a un fenómeno así es mirar a los ojos al miedo y saber que él o tú, uno de los dos ganará. Y entonces, surge el conflicto.

   Quién sabe; quizá sea que habiendo noche cerrada el eco entona distorsionados aullidos o forma duetos de fúnebre  música sacra. Allí donde los elementos terrenales laten, los espíritus se manifiestan.

Mari Carmen C. 



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