ESTE TRABAJO LO ENVIÉ A COLABORACIONES
PARA LA REVISTA DIGITAL MINATURA Y FUE
PUBLICADO EN EL EJEMPLAR DEDICADO A RAY
BRADBURY
PETROLIBROS
El boato se ha instalado en la glorieta
Bradbury esta primaveral mañana. Recreando arabescos policromos resaltan las
rosas de los jardines cuneiformes a la altura de la travesía del bulevar. En el macrocollage del
trípode, próximo a las columnas del arco forradas con hiedra en doble hélice
–igual que la molécula de ADN- , brilla un sol publicitando el elenco literario
del autor: el núcleo es Fahrenheit 451
y los rayos serpentinas plateadas que flotan exponiendo Crónicas Marcianas. Al ser retirado el manto gris del busto en el centro, se oyen vítores y júbilos.
-Homenaje al maestro, ¡viva el más grande! –aplausos
en la bocacalle del parque.
En el submundo no existen coordenadas, pero
él ha vuelto. Oculto en la hornacina de su propia alma oteó la sentencia de un
epitafio: “Los libros arden”.
-Y la mecha la prenden las ideologías
frioleras y
mal paridas –expresa
el literato con voz gruesa.
Los malos idus le arrastraron hacia la sima y
la desgracia le envolvió como a un regalo. Aun así consiguió mantenerse en zona
reservada, separado de la franja oscura fronteriza al infierno. Buscándole a la
situación trucos de alfileres pudo materializar su inmaterial existencia. Ha
vuelto. “Los libros arden”. No existe
para ellos fortaleza inexpugnable. Y él, R.D.B, regresa para salvarlos, ha sido
el elegido. Dentro de su cabeza se escuchan ecos llegados como desde allí, como
desde muy allí.
Una abundante lluvia de meteoritos se
anuncia en el planeta Tierra.
La crónica
filtrada resuena, trasciende y moviliza la
retaguardia accionando el terremoto sanguíneo. En su cerebro un ideograma
baila hasta concretarse.
-¡Claro! ¡Ya
está! Inmortalizaré, ¡por fin!, mi propia obra y la de tantos –concluye pisando el claro de luna de su genuina
imaginación - : petroglifos;
ensamblados,
con ellos montaré petrolibros. Los libros arden, las
piedras no.
Mari Carmen C.
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