PERIPLO:
EL TIEMPO
Mecido en los
vaivenes del tiempo vivió siempre atrapado en el empleo de derribar muros,
nunca a disposición de ponerles ladrillos.
Tal
compromiso le concedió acceso a La guerra
de los mundos. Luego, ni él mismo supo
en qué instante se le escapó, se vio intemporal al rozar el rojo ardiente, allí
se oyeron voces de origen traspasado a causa de experimentar La
puerta en el muro. Y fue así, así fue fluctuando como acabó junto a El hombre invisible, que consolidaría su
ingreso en La vida futura. Claro que
pronto, dueño otra vez del espacio-tiempo, al recuperar las riendas metido en La máquina del tiempo, halló algunos de Los primeros hombres en la Luna.
Se dice que visitó La isla del
doctor Moreau, donde probó, al parecer, El
alimento de los dioses. En el lugar, rayando el alfeizar del delirio, según
las malas lenguas, llegó a raptar a su
enamorada Ann Veronica; fue que cató el
bebedizo Tono-Bungay. Lo que en
definitiva le enseñó que “El amor es la cosa más grande de todas”. Y es que él sabía que “Nuestra verdadera
nacionalidad es la humana”. Sí; la mirada de este Hombre Grande (H.G.),
serpenteó a lo largo y ancho de El país de los ciegos. Mas, siempre tuvo
claro que “En todas las tierras
el Sol sale al amanecer”. Esto es el Esquema
de la historia. Esto es Kipps: la
historia de un hombre sencillo, aquel a quien la imaginación otorgó patente
de corso. Gracias a su potencial sin precedentes, impermeable a tópicos,
estereotipos y paradigmas intrusos, este inmortal alumbró realidades ocultas, injertando imposibles en el árbol
genealógico de los posibles.
Arrastrado a
ultradimensiones espaciales, manifestando los más profundos rasgos de su personalidad
inquieta atravesó los horizontes de sucesos. Esquivando la Evaporización Hawking
e ignorando la Relatividad General se acogió a la Teoría cuántica. Pudo ser un
atesorado secreto, lograr reconstruir, fragmentada, la gran verdad, objeto de
deseo. Trémulo, sin embargo, escupió sobre la consigna. Su realidad no le
valía: la perfección era el alto muro que siempre quiso derribar.
Mari Carmen C.
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