lunes, 18 de enero de 2016

ESTE CUENTO MÍO APARECE PUBLICADO EN LA REVISTA DIGITAL MINATURA 147 -H.G. WELLS-.




PERIPLO: EL TIEMPO

   Mecido en los vaivenes del tiempo vivió siempre atrapado en el empleo de derribar muros, nunca a disposición de ponerles ladrillos.  
   Tal compromiso le concedió acceso a La guerra de los mundos. Luego, ni él mismo  supo en qué instante se le escapó, se vio intemporal al rozar el rojo ardiente, allí se oyeron voces de origen traspasado a causa de experimentar  La puerta en el muro. Y fue así, así fue fluctuando como acabó junto a El hombre invisible, que consolidaría su ingreso en La vida futura. Claro que pronto, dueño otra vez del espacio-tiempo, al recuperar las riendas metido en La máquina del tiempo, halló algunos de Los primeros hombres en la Luna.  Se dice que visitó La isla del doctor Moreau, donde probó, al parecer, El alimento de los dioses. En el lugar, rayando el alfeizar del delirio, según las malas lenguas,  llegó a raptar a su enamorada Ann Veronica; fue que cató el bebedizo Tono-Bungay. Lo que en definitiva le enseñó que “El amor es la cosa más grande de todas”.  Y es que él sabía que “Nuestra verdadera nacionalidad es la humana”. Sí; la mirada de este Hombre Grande (H.G.), serpenteó a lo largo y ancho de  El país de los ciegos. Mas, siempre tuvo  claro que  “En todas las tierras el Sol sale al amanecer”. Esto es el Esquema de la historia. Esto es Kipps: la historia de un hombre sencillo, aquel a quien la imaginación otorgó patente de corso. Gracias a su potencial sin precedentes, impermeable a tópicos, estereotipos y  paradigmas intrusos, este inmortal alumbró realidades ocultas, injertando imposibles en el árbol genealógico de los posibles.

   Arrastrado a ultradimensiones espaciales, manifestando los más profundos rasgos de su personalidad inquieta atravesó los horizontes de sucesos. Esquivando la Evaporización Hawking e ignorando la Relatividad General se acogió a la Teoría cuántica. Pudo ser un atesorado secreto, lograr reconstruir, fragmentada, la gran verdad, objeto de deseo. Trémulo, sin embargo, escupió sobre la consigna. Su realidad no le valía: la perfección era el alto muro que siempre quiso derribar.  

Mari Carmen C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario