ESTE ARTÍCULO LO ESCRIBÍ PARA LA REVISTA
DIGITAL MINATURA. APARECE PUBLICADO EN
EL DOSSIER ÁREA
51.
LUCES Y SOMBRAS
La historia militar, naval y
aérea de los Estados Unidos de Norteamérica, como el pasado de cualquier
nación, tiene sus luces y sus sombras. Ocurre, sin embargo, que estas alumbran
y oscurecen más en un pueblo que lleva manifestando reiterativo y
secular el espíritu patriota y salvador del mundo. Un pueblo, en fin, al que
tan sólo le faltó decir –si de veras
no lo dijo- : “Yo, nosotros, unos pocos, dueños del común de los mortales”. Porque
ellos hicieron del mundo una oligarquía.
Si bien, cargar en sus anales con aciertos y
fracasos no difiere en términos genéricos de la crónica de cualquier nación en
la que reparemos, sí es cierto que rellena el más nutrido porcentaje de
episodios negros “clasificados”. La
lista sería interminable. Y la descripción de todos ellos espeluznante desde
que sepultaron bajo tal palio -material clasificado: Top Secret-, la libertad, la fraternidad
y por supuesto la igualdad tan llevadas y traídas estratégicamente estudiadas
por la propaganda sensacionalista de primer plano.
La edificación del Campo de Pruebas Nucleares y
de Entrenamientos Área 51 –también
llamada Groom Lake- es una instalación
de la Fuerza Aérea
al oeste de los Estados Unidos en la región sureña de Nevada.
Y, anteponiendo la pena
capital, destacando, por supuesto, la siempre sangrante espina de
la esclavitud o metiendo en el paquete lo de el Atolón Bikini del
pacífico en el archipiélago Marshall, estrechamente relacionado con el tema de
ensayos nucleares que nos ocupa, es o debería ser el testimonio que obligase a
dicha nación a pedirse perdón a sí misma. Ya que desarrolla un episodio de la historia que debió surgir
destinado sólo a la ciencia ficción, la fantasía, el terror o a las tres cosas juntas. Quizá hubo que
dejarlo, en fin, a la invención de una trama del cine o la televisión o la
literatura. La mencionada base nuclear clandestina, cuya documentación ha sido
recientemente desclasificada por la
CIA a cuya custodia permanece, no ha hecho sino desempolvar
tejemanejes e idas y venidas de unos pocos ilusos que, creyéndose dioses,
pretendieron enterrar para siempre las cenizas de la verdad.
Desde las coloniales civilizaciones tribales,
su descarnada lucha por la independencia hasta la entrada en acción de la Guerra Fría, la clara
y definida pretensión de los yankees era hacerse con la hegemonía de Primera potencia mundial. El desarrollo
y perfeccionamiento armamentístico y llegar los primeros a la energía nuclear
de la mano de Oppenheimer marcó las pautas aupando a los EE.UU con el triunfo.
Engendrar y parir posteriormente a la
OTAN, sus más fieles vasallos
“defensores de la patria” consolidó
el monopolio patrimonial capitalista. Ganaron el pulso y dividieron el mundo en
bloques Occidental- capitalista (Estados Unidos) y Oriental- comunista (Unión
Soviética). La diana fue la ONU
y el que apuntaba bien reía el último.
Posteriormente la URSS conquistaría el espacio,
fueron los primeros y se frotaron las
manos. Poco pudieron hacer ya, sin embargo, el cetro lo empuñó a buen recaudo
el pueblo norteamericano. Vendió
bien la moto o por lo menos lo intentó –la gente no es tonta- haciendo de su capa un
sayo rodeado de fieles y leales propagandistas adiestrados operó bajo cuerda,
sobre el palio de la transparencia y la democracia.
Aunque con la NASA no se les quite, pobrecillos,
el continuo amargor de boca.
No pasemos por alto que
aunque la NASA
sea la agencia espacial que elevó al hombre a la Luna, incontestables son su
poca credibilidad y sus mayúsculos errores que no vamos a describir por manidos
y deprimentes. Las luces de neón no logran alumbrar unos cuantos éxitos
sepultados por los escombros de garrafales fracasos – la operación del
transbordador Columbia o el Challender
son solo un par de ejemplos-.
Poco a poco se van
descubriendo con cuentagotas los trapos de lejía. Acciones poco limpias, operaciones
secretas y turbios entresijos forjados a puerta cerrada por los mandamás.
Porque nada muere si permanece en el
recuerdo. Por eso mismo están vivas en la memoria colectiva las execrables
muertes de Sacco y vanzetti, electrocutados el 23 de agosto de 1927 en
Massachussets. Sus evidentes connotaciones políticas e ideológicas son un
rotundo testimonio de como la libertad, la igualdad y la fraternidad son una
mentira, un señuelo.
Y todo eso ha sucedido en la nación más
poderosa y patriótica a escala mundial. También la poca seguridad de sus
centrales nucleares fue denunciada por la activista Karen Skilwood, haciendo
oídos sordos hubo que llegar a lo de Harrisburg en 1979.
Otro ejemplo sería el de Bill
Carter Jenkins, el
afroamericano que destapó en
1968 una falsa campaña de vacunación supuestamente para un estudio de la
sífilis. Era en realidad un experimento de observación en la degeneración de
dicha enfermedad; 200 o más “voluntarios” murieron. La muy famosa
gripe española se originó en Kansas, hoy lo sabemos.
Área 51, como la siniestra unidad japonesa
731, frente a la que, sin ser la mano ejecutora, el gobierno americano supo
mirar a otro lado anteponiendo subrepticios intereses de Estado que colocaron
de alfombra a la mismísima vida humana, nació y creció entre sombras. Perfectamente
pensada para la manipulación y el manejo nuclear incluyendo su
perfeccionamiento y uso como baza exclusiva. Había que entrenar y se entrenaría.
Claro
está que a lo largo de los siglos al destapar la Caja de Pandora cantidad de
hechos que habrían ocultado gustosos vieron la luz. El Crac de 1929, por
ejemplo, a ese si que no se lo pudieron meter en el bolsillo. Aunque para
ilustrar en grande lo que se quiso esconder y no se pudo tenemos el caso
Watergate. Dijeron al principio que era algo imposible hasta que hubo de
pagarse el precio: un Nixon abatido abandonaría contrito el sillón presidencial.
Y, desde luego no fue el único, ya que el asunto dio para mucho más
desencadenando una cascada de dimisiones
entre los principales del séquito. Inauguraban así Bernstein y Woodward una nueva disciplina
periodística de investigación. En fin, planes conspiranoicos gubernamentales los
hubo y los hay por doquier. En cualquier rincón, en cualquier maceta se camufla
fácilmente una cámara o a sueldo se dispersan por el mundo unos espías. Hombres
sin rostro y cuerpo de acero que hacen el trabajo sucio. Eso si no sale el tiro
por la culata. No; no son los únicos. Pero sí los más abundantes y dañinos al
manejar las interconexiones mundiales: son los amos.
Y todo se ha de hacer a conveniencia de unos
intereses que alimentan el primer puesto. Si nombramos la guerra de Vietnam faltarían cuartillas, celuloides, revistas y
prensa para contarlo como pasa con los campos de concentración nazis: hasta lo
de Pearl Harbor no reaccionaron. Y las motivaciones fueron más de carácter
personal que humanitarias. A Hiroshima y Nagasaki les tocó; Los días 6 y 9 de
agosto en 1945 un par de bombas atómicas (la cosa no admitía fallos) devolvieron el cumplido. Los Estados Unidos
de Norteamérica no podían consentir tal agravio. ¡Por dios¡ El honor.
El argumento de varias series de televisión
como Futuraza, American Dad y las películas Zoom
y Groom Lake entre otras muchas han
tenido muy presente esta enigmática base militar secreta cuyo tema nos ocupa.
También ciertos videojuegos la tomaron como
argumento: Área 51, Half- Life, Alien
Hominid… En algunos la conspiración ovni es la trama. En las
novelas de Glen Cooper La Biblioteca de los Muertos y El Libro de las Almas se modifica el espacio y se destina al
estudio de ovnis. Hay también entre otras una canción: Hangar 18 que trata de esa zona en el Área 51, la canta un grupo
llamado Megadeth. Supuestamente, allí se guardan los restos del ovni de
Rosswell. Incluso la Desktop,
insignia de Alienware, comparte nombre con Área 51.
No; los norteamericanos no fueron ni son
los únicos que envuelven en el secretismo escabrosas operaciones.
En la Francia decimonónica el capitán Alfred Dreyfus fue acusado de espía en medio
de un trasfondo ideológico: su origen judío recibió el tiro de gracia. El
asunto que lleva a “El doctor Livingstone, supongo” nos traslada a una Gran Bretaña
victoriana que no supo o no quiso evitar que tal capítulo histórico siga en
solfa actualmente. Complementando este negro y penoso capítulo de la historia quince
mil soldados polacos fueron asesinados por las tropas de Stalin en 1940, ordenando
su enterramiento en el bosque de Katyn. Todo el mundo, incluso Churchill, lo
negó. Lo mismo sucedió con los campos de exterminio de Auschwitz y Dachau
cuando desde las propias filas internas tratando de luchar contra el régimen
hitleriano el oficial de las SS, Kurt Gernstein quiso alertar al mundo de su
existencia con un completo informe en 1941 acerca del desarrollo del proyecto: nadie
le hizo caso. ¿Era demasiado monstruoso para ser cierto? Se hacía en realidad
la vista gorda, la gente tenía miedo a explicitarlo. Y eso no es democracia, ni
libertad ni fraternidad ni igualdad: eso es un largo aplauso a la distopía. La
gente calló cuando debería haber hablado. Pero la memoria… ¡Ay!, la memoria y
sus pertinaces técnicas de supervivencia.
Eso es tan verdad como que el ataque a las
archinombradas torres Gemelas perpetrado por Al Qaeda sirvió de argumento para
definir conflictos oriente-occidentales no resueltos. La cosa vino entonces a
quedar entre buenos y malos justificando así unas guerras ramificadas –todo
comenzó en Afganistán- que debieron durar un suspiro, según lo previsto, pero
que se prolongaron en el espacio y el tiempo socavando una economía que ya
apuntaba maneras postulando la maldita crisis económica hoy dueña y señora del
mundo.
Valorando que mantener el puesto de primera
potencia mundial implica aceptar las reglas del juego, se puede argumentar a
favor que las cosas no han debido ser fáciles, que, seguro, muchas veces les han dado por todos los
sitios arrastrando a los de arriba a decisiones forzadas, eso es verdad, son
muchos los frentes que lidian. Los chinos rondan pisando los talones y, aunque
muy de reverencias ellos, bromear no bromean.
Se cuestionan sólo aquellas turbias
operaciones en las cuales un puñado
de sátrapas arrebataron las vidas humanas de forma calculadora y fría. En
muchas de ellas los objetivos se describen ambiguos e inconclusos.
En el caso de la mítica área 51, zona restringida
ubicada en un salar de Nevada, todo apunta al derrocamiento de la rival URSS y
a la puesta en escena de prácticas poco éticas como el desarrollo de aviones
espía, además de las razones nucleares y armamentísticas ya descritas. Lo cierto
es que la región aparecer no aparece en ningún mapa del Gobierno. Actualmente
se sabe que el espacio aéreo militar se denominó R-4808N.
Cocido el proyecto en la zona reservada de
la recámara, ya que el sitio nunca fue
declarado base secreta, algo había que decir. La verdad como en el caso de los
campos de concentración nazis y no nazis era horrenda.
El vehiculo del morbo puso en circulación
inverosímiles bulos que la gente aceptaba por su magnetismo y misterio. La
psicología o el lavado de cerebros eran dos significativos ases a tener en
cuenta. Algo no creíble se acepta por ley. Si otras veces había funcionado
por qué no inventar y reinventar folklóricos avistamientos de ovnis, delirantes
aliens, visiones surrealistas, espionajes y seguimientos, teorías conspiratorias
o falsas filtraciones civiles y
militares y otras paranoias primas hermanas. En la investigación de una nave
espacial extraterrestre dijeron estar ocupados; incluso con el hallazgo de
Rosswell se lo relacionó alegando que
había sido encontrado material certificado. Se hizo hasta referencia a
hipotéticas instalaciones subterráneas en Groom Lake, intentando ocultar sus
siniestros manejos. Leyendas, mentiras visionarias y propaganda dorando la
píldora. Negación de la evidencia. Los cráteres de las bombas nucleares pueden
verse aún en los alrededores. La mano negra y su impronta imborrable.
Que el logro de la energía nuclear izara a
los Estados Unidos de Norteamérica a nivel de primera potencia mundial, no significa
que el accidente de Three Mile Island en
Harrisbug fuera un sueño. Ni tampoco que lo de Chernóbyl o Fukushima, aunque lejos
de las propias filas estos, sean unas películas, unos libros o un par de
cuentos de terror y misterio.
Si cierto es que el tiempo marca
distancias, la memoria las acorta.
Corren tiempos de cierto
embeleso y abotargamiento. La maltrecha economía generalizada llena –más bien
vacía- las mentes obnubilando el horizonte.
¿Es, pues, el momento de “desclasificar” Área 51 sin que ello levante ampollas? ¡Cuidado!,
nada muere si permanece en el recuerdo.
Mari Carmen Caballero Álvarez
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