martes, 11 de febrero de 2014

MINATURA, DE FOBIAS



ENDOFOBIA
   La multitud atiborra agitada el exterior de la ventana del cuarto, los de primera fila apuntalan los codos en la peana. La brutal escena de una mujer semidesnuda, decapitada, tumbada en el suelo de baldosas casi tan rojas como el charco de sangre que divisan, con la cabeza atravesada por dos machetes les ha dejado boquiabiertos. Por orden del señor Alcalde en el poblado de Cascarón se ha decretado un día de luto.
  Rechazaba su cuerpo arrancando sus carnes. De noche Amaro volvía y se las recomponía sabiendo que ella nunca le amaría porque no era dueña de su persona.
Se odiaba y sentía fobia de sí. Los frutos de la tierra procuró no comer porque alimentaban el suplicio de no poder salir de ella. Huyó de “un cuerpo sin rostro ni estatura” que su mente rechazaba porque la persiguió. Al respirar, maldijo el aire.
-Siempre fugitiva de mí, sin encontrar sitio –escupe, vomita y se limpia los mocos en la chambra; al enjugar las lágrimas en la falda de vuelo lanza un gemido.
 Su fobia manaba constantemente de ella, sin rostro ni estatura: solo un cuerpo. Un nombre común en una cosa propia. No amó pero fue amada por el carnicero. Los flecos palpados en sueños eran jirones de su propia piel sajada, sudorosa, repelente, temida… atrapada en un cuerpo donde prevalecían sensaciones terroríficas.
-En el bruñido acero de la guadaña leí en espejismo mis señas de identidad.
   No; no cerró la puerta al mundo como quería: el mundo le cerró la puerta a ella.
-Perdida en mi interior, no sabría explicar cómo llegué a nada convertida en algo para ser algo convertida en nada. No sabría. Jamás reparé en la luz del Sol. Nunca.
   Atribuida a un componente genético, aquella repulsa intrínseca relevó su corazón por una máquina. Hecha una pavesa flotó en la estela de sus miedos, quiso ser de hojalata, de estaño o de cartón. Un día el eco de sus pasos, yaplas, yaplas, acorralaría su radio de acción. Se paró en seco cuando de madrugada llegó Amaro, el carnicero, pidiendo su cabeza para fabricar un imbunche tal como ella le había exigido.
  Mari Carmen Caballero Álvarez


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