viernes, 28 de diciembre de 2012

STEAMPA

Este es un cuento que envié hace tiempo a la revista digital Miniatura para el dossier dedicado al Steampunk. A ver qué opinión os merece.





STEAMPA


No era la primera vez que entraba en Objetos Imposibles, sin embargo esa tarde de gélida ventisca no me atendió Lucyla. De inventario andaban, afanadas en vestir el escaparate la chica de la limpieza y ella. Un joven larguirucho de cara triangular se me acercó solícito.

--Buenas tardes --tendió la mano--, soy Roberto; dígame en qué puedo servirla, Señora.

--Busco una menudencia para mi sobrino que es coleccionista --dije, cerca del expositor,
examinando una aguja de coser provista de ojo en ambos extremos. 

--Allí dentro, en esa pequeña sala habilitada para la ocasión, ¿la ve?, encontrará toda suerte de curiosos detalles diminutos --y se fue a atender a la recién llegada anciana del perrito.

  Camino del lugar indicado una ráfaga de electricidad estática me hizo respingar. Lo vi.
Un raro armazón de lacería ocupaba el rincón de la izquierda; su potencial me invalidó. Aquel artefacto, igual podía representar a una girándola que a una Venus esteatopigia; incluso la peladura de una fruta podrida podía ser. Él, estaba fuera de su cuerpo, mirándome muy arriba robaba mi energía a grandes dosis, mi cuerpo alcanzaba el cero absoluto expuesto a un nuevo estado de la materia. 


  Roberto, ya libre de la abuela del perro se quitó la chaqueta azul, vino hacia mí y entonces percibí que llevaba medio bigote sin afeitar.

--Este cacharro, convendrá conmigo en que no es un artefacto normal. No lo es, ¿a que no? --pregunté, tratando de maldisimular mi nerviosismo.
 

--Steampa, por favor, Señora, Steampa --verificó casi molesto--, salido del departamento
especial de Valores sin Precio. ¿La va a comprar sí o no? --pronunció con mirada casi agresiva y añadió--: Steampa funciona a vapor, es vaporosa. La compra usted, ¿no? --recalcó.

   

    Era obvio, el atípico empleado quería deshacerse cuanto antes de aquel cacharrito inquietante.


   --Inmortaliza el Steampunk, ya sabe, la máquina       de vapor, la revolución industrial... las
comunicaciones y todo eso;  hasta el Sufragio Universal debió posibilitar tal movimiento, creo yo --dándome la espalda caminó unos pasos lentamente; hizo una pausa y desde la puerta giratoria ojeando la  nevada del exterior observó volteando la cabeza, esta vez no sin cierta impaciencia--: Pero ¿la va a comprar o no?


       Compré a Steampa y al salir atravesé el vestíbulo del centro comercial como un rayo.

   A pesar de que un sexto sentido me advertía mi total imprudencia, nunca alcancé a sospechar tan graves consecuencias a mi irreflexiva adquisición. A Juanma, mi sobrino jamás se la pasé, por no implicarle.


    Entonando diabólica su sempiterno chasca, chasca de latón oxidado, aquel engendro batió mis sesos hasta licuarlos. Luego, durante algún tiempo conservó mi cerebro en formol y creó  una subespecie de cosas que piensan, derivada de la especie humana a la que pertenecí.
 







 



 

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