viernes, 19 de octubre de 2012

UN CUENTO MÍO, INÉDITO: CLONACIÓN TELÚRICA

                                              

La noticia ha saltado en los medios de difusión echando chispas. El cráneo terrestre ha contraído un tumor cerebral; tiene cáncer. Un virus, terremoto, exceso de radiación solar o lo que haya sido le abocan a estertores de largo alcance. Sus proyecciones membranosas han creado metástasis alcanzando a los planetas
próximos: impensable la colonización de Marte, supuestamente diseñada con el fin de alojar a las neuronas y demás seres vivos llegada la urgencia de abandonar el cerebro Tierra. Sin señales extraterrestres, se concluye que, quizá, caso de existir,
estos seres pudieran no ser tan inteligentes como se les pinta. A pesar del proceso simbiótico –la Tierra necesita a las neuronas y estas a la Tierra- preocupa, y mucho, la continuidad de las especies, sobre todo la humana. Reunida urgente la Comisión Solidaria en la sala magna del hemisferio cerebral derecho, los egresados bípedos
discurren soluciones realistas y surrealistas. La fabricación de órganos para ecosistemas hay quien propone, que la pueden poner una inyección de ozono se ha oído bajito en el triunvirato de los filántropos, los de Rescate han juntado las mesas dejando caer que al cráneo terrestre lo bueno es, quizá, trepanarlo –fue cuando se
oyeron risas-. A las tantas de la noche en la presidencia siguen cotejando datos, elaboran algoritmos y despliegan cartografías pidiendo a las becarias más café cargado. No se avistan soluciones plausibles para abandonar el núcleo terrestre –ni los extremófilos- con posibilidad de supervivencia. El portafolios subraya la derrota.
En la interfaz de la vida y la muerte está ella, cuadrúpeda de piercing en mal sitio y rastas. “Llegaré a bípeda, lo juro por mi axón” No es un sueño metido en el núcleo de otro sueño. Su cavilar no gira en el vehiculo de la invención hacia el periplo de la
utopía. Sabe que la materia no se crea ni se destruye, se transforma. La clonación telúrica será un hecho ideado en la terminal del axón incólume de la propia Tierra. 
Mari Carmen C.

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